sábado, 18 de abril de 2009

Adiós infancia, adiós...

Pude verla partir en ese tren. Por ese entonces yo creía que las cosas bonitas, si las coges con fuerza y las quieres sin medida, se aferran a ti como átomos que se atraen en todas las direcciones del espacio y juran no volver a separarse.Lo desconocía todo. Desconocía las reacciones químicas, el papel del CO2 en una combustión y lo débiles que se vuelven los enlaces con el paso del tiempo.


Pensaba lo grande que me había hecho, sin llegar a poder abrir los estantes sin ponerme de puntillas. Comparaba la sustitución del escondite por un callejón sin salida donde siempre se perdía la noción del tiempo sujetándose los labios. Aún llegaba a percibir el olor de las sábanas de los domingos absurdos en los que solo yo madrugaba. Megatrix, la banda del patio, los pies fríos sin calcetines, y los cuadernos de caligrafía. Cada vez el tren se alejaba, más y más y más...
Y comencé a soñar distinto, sin querer.
Ella se fue y dijo adiós, porque sabía que nunca más volvería conmigo.