lunes, 20 de abril de 2009

Magia

Tenía una característica brillante, una peculiaridad que lo hacía más inimitable de lo que ya era para mí. Sonreía. Siempre. Daba igual si el día tenía el sol que todos añoramos en meses de invierno o si en cualquier caso, la lluvia resonaba al otro lado de la ventana mientras intentabas concentrarte en un tema de química en la aula más fría y apática de la última planta. Él sonreía, y lo hacía con la misma intensidad un lunes y un viernes . Era de esas personas que no se cansan nunca de hacer lo mismo por él y por los demás. Varias veces me pregunté de donde sacaba las fuerzas, pero comprendí que hay personas que guardan pequeños secretos bajo llave para no dejar que el agua apague sus llamas. Esa llama era el sustento al que denominé magia y esa magia, fue la que día a día, mano con mano, me hizo conocer a una de las personas más maravillosas que ha pisado la tierra.

Ha reído conmigo, me ha visto llorar, me ha dado los abrazos que, necesitando o no, han llegado a fortalecerme, y a lograr hacerme sentir estable y segura mientras me apretaba y me crujía los huesos. Ha soñado conmigo, hemos hecho viajes a la Luna en cambios de clase y horas libres. Me ha leído los ojos todos los días y ha sabido que decirme cuando sobraban incluso las palabras. Me ha dejado boquiabierta en varias ocasiones y ha sabido guardar también mis pequeños secretos bajo llave. He descubierto un foco de bienestar si él pasa y me da un tirón conforme yo, con prisa, paso por el pasillo para conseguir llegar a tiempo. Pequeñas cosas. Se acuerda de mí. Yo también lo leo en sus ojos.
Y ahora... ¿sabrías leerme? sin escribir nada más... ¿sabrías que quiero decir ahora?