domingo, 28 de junio de 2009

Nunca he tenido el corazón tan rojo

Sienta bien editar una nueva entrada con el motivo de secar problemas al sol pasando una nueva página. Me gustaría que como la ropa sucia, las malas palabras pudieran meterse en la lavadora y a la vez desaparecer, para siempre. Pero eso es estúpido porque todos guardamos en el ático del corazón, aquello que nos lo roza y nos lo hiere por mucho o poco tiempo. Nunca llegamos a olvidar nada que nos lo haya manchado de sangre.

Por eso, hoy no quiero soñar con que mañana las cosas cambien. Ni siquiera lo ruego porque sería como encargar y desear corazones de plástico, de esos de usar y tirar como las apariencias. Creo que debo respetar su base y su manera de pensar y actuar y dejar de soñar, quizá, con el todo volverá a ser como antes. Sin embargo, previsora y amante de los congeladores de recuerdos, guardo todo esto en un cofre y admito que todo el tiempo juntos, ha servido para algo y puede que a mí también me haya pintado un poco más rojo este corazón. Muchas gracias...

domingo, 7 de junio de 2009

Volando te encontré. En el aire seco y limpio cargado de nitrógeno y oxígeno con el que respirar. Soñando, te soñé soñando, y vi en ti el sueño de los sueños que soñaba. Cerrando los ojos descansé el corazón apoyándolo sobre el colchón.
Pesaba.

viernes, 5 de junio de 2009

Quisiera ser sensata

La inspiración llega en determinados momentos. Estoy segura que la manera de encontrarla es teniendo algo que decir y por supuesto, sabiendo como hacerlo. Muchas veces me hubiese gustado aprender a coordinarme: a sentir una cosa y sin más dilación, decirla sin equivocarme y sin mostrar ninguna incoherencia. Pero eso en cambio, para mí, es imposible. Me cuesta expresar lo que siento sin tachar dos o tres veces antes, y lo admito. Porque admitir es el primero y el más importante de los pasos. Forma tu definición y puede lograr hacerte caer desde lo más alto hasta lo más bajo o, sin embargo, renacer desde lo más bajo hasta lo más alto.

He aprendido que la vida se puede expresar de muchas maneras y todos, tenemos el don de expresarla diferente. Hay quien lo hace pintando, quien refleja todos sus miedos o ilusiones en un lienzo. Hay quien lo hace cantando, quien recurre a una guitarra para componer el latido que le marca el corazón... y hay quien lo hace escribiendo, hay quien recurre a una esquina, y se sienta, y observa, y describe lo que ve por dentro. En cambio, todo se tergiversa y todos creemos que de todo sabemos, sin aún haber aprendido a caminar y, por mucho que nos pese, eso nos crea un grave error.

Deberíamos encontrarnos. Encontrarnos de verdad y comenzar a trazar nuestro camino sin fijarnos en el camino paralelo al nuestro. Puede que en algún momento, ese camino paralelo se vuelva perpendicular y se corte en un punto con el nuestro, pero hasta que eso no pase, seamos sensatos y busquémonos nosotros mismos nuestras propias pasiones. Por favor.

martes, 2 de junio de 2009

Cambiar y no cambiar la rutina

Han pasado los días y la rutina se apodera de mí y de mis pocos motivos por cambiarla. Hace poco estuve pensando las enormes críticas que emprenden en contra de ella -incluida yo- en muchas y diversas ocasiones, y he llegado a la conclusión, de que no es tan malo poseer un hábito común que se repita todos los días. Es una manera de permanecer estable e inalterable, ante las turbulencias y el alboroto que caracteriza a la vida misma en la mayoría de sus momentos y situaciones.

Está muy bien sentir un descontrol atípico en tus propias sensaciones, sentir algo nuevo o querer cicatrizar las heridas con el viento fresco y novedoso, pero no es saludable en caso de no tener una gran necesidad o motivo para hacerlo. Romper esquemas es destrozar un trabajo que te ha llevado años esquematizar y emprender una labor noviciosa de organización de ideas, sueños o planes puede a veces, resultar difícil, casi imposible.

Querría reordenar mis prioridades, separar la vocación del trabajo y los sueños de las horas en las que me encuentro despierta, pero si lo hiciera acabaría pensando que mi nueva estructura interior es un intento fallido y una copia elegante de algo que no soy, ni que seré. Conservar mi rutina, es una manera de conservarme y querer cambiarla a veces, es otra manera de decirle a mis adentros que por mucho que desee ser mejor, tener una vida mejor, soñar mejor o decidir mejor, acabaré refugiándome siempre en aquello que permanece fijo todos los días. En aquello que detestamos, pero que somos incapaces de suprimir. ¿Por qué? Porque lo necesitamos.