domingo, 28 de junio de 2009

Nunca he tenido el corazón tan rojo

Sienta bien editar una nueva entrada con el motivo de secar problemas al sol pasando una nueva página. Me gustaría que como la ropa sucia, las malas palabras pudieran meterse en la lavadora y a la vez desaparecer, para siempre. Pero eso es estúpido porque todos guardamos en el ático del corazón, aquello que nos lo roza y nos lo hiere por mucho o poco tiempo. Nunca llegamos a olvidar nada que nos lo haya manchado de sangre.

Por eso, hoy no quiero soñar con que mañana las cosas cambien. Ni siquiera lo ruego porque sería como encargar y desear corazones de plástico, de esos de usar y tirar como las apariencias. Creo que debo respetar su base y su manera de pensar y actuar y dejar de soñar, quizá, con el todo volverá a ser como antes. Sin embargo, previsora y amante de los congeladores de recuerdos, guardo todo esto en un cofre y admito que todo el tiempo juntos, ha servido para algo y puede que a mí también me haya pintado un poco más rojo este corazón. Muchas gracias...