martes, 2 de junio de 2009

Cambiar y no cambiar la rutina

Han pasado los días y la rutina se apodera de mí y de mis pocos motivos por cambiarla. Hace poco estuve pensando las enormes críticas que emprenden en contra de ella -incluida yo- en muchas y diversas ocasiones, y he llegado a la conclusión, de que no es tan malo poseer un hábito común que se repita todos los días. Es una manera de permanecer estable e inalterable, ante las turbulencias y el alboroto que caracteriza a la vida misma en la mayoría de sus momentos y situaciones.

Está muy bien sentir un descontrol atípico en tus propias sensaciones, sentir algo nuevo o querer cicatrizar las heridas con el viento fresco y novedoso, pero no es saludable en caso de no tener una gran necesidad o motivo para hacerlo. Romper esquemas es destrozar un trabajo que te ha llevado años esquematizar y emprender una labor noviciosa de organización de ideas, sueños o planes puede a veces, resultar difícil, casi imposible.

Querría reordenar mis prioridades, separar la vocación del trabajo y los sueños de las horas en las que me encuentro despierta, pero si lo hiciera acabaría pensando que mi nueva estructura interior es un intento fallido y una copia elegante de algo que no soy, ni que seré. Conservar mi rutina, es una manera de conservarme y querer cambiarla a veces, es otra manera de decirle a mis adentros que por mucho que desee ser mejor, tener una vida mejor, soñar mejor o decidir mejor, acabaré refugiándome siempre en aquello que permanece fijo todos los días. En aquello que detestamos, pero que somos incapaces de suprimir. ¿Por qué? Porque lo necesitamos.