sábado, 9 de mayo de 2009

El amor..

Pensé dos veces lo que iba a decir y respiré profundo. Mis pulmones se llenaron de aire y, después de unos instantes, sacaron todo eso que ya no servía en mi interior. Cerré los ojos. Imaginé a escondidas. Sabía que lo que iba a decir sería una de las confesiones más importantes de mi vida e incluso de la suya.

El amor nos vuelve extraños. Extraños desconocidos que buscan su felicidad al lado de otra persona. El amor nos cambia, nos ayuda a evolucionar como personas o como meros ignorantes que a veces, han llegado a juzgar mal porque nunca ha estado la decisión en sus manos. Nunca en su estómago han estado las mariposas. Nunca han esperado una carta con ansia. Nunca han deseado terminar para empezar otro nuevo beso. Nunca han sentido el amor en el aire, en el olor del café, en la almohada al acostarte, en el coche, en el ruido de la calle, en las voces que retumban al otro lado de la pared, en la música, en el teatro, en la televisión, en la radio, en las gotas de la ducha que caen sobre tu espalda, en la colonia de bebé o en un cuadro de Monet.

Aquellos que hablan, que dicen sentir y que no sienten tanto, que creen que lloran porque les duele, sin saber que lloran porque les lastima. Que se lamentan. Que se lamentan por lo que hacen mucho después de haberlo hecho. Aquellos que gritan sueños y esconden pesadillas dentro de su alma, son los que hablan de amor sin saber qué es lo que se esconde detrás de cada vocal. Una palabra compuesta de cuatro letras es un sin fin de circunstancias que posiblemente, a pesar de que intente expresarlas y describirlas, incluso a mí se me quedan grandes. Porque el amor no es cantidad, no es buscar para encontrar, no es esperar, no es soportar, no es... no es...

El amor, dulce palabra, el amor... el amor no significa cosquilleo.
El amor es razón de ser.