domingo, 17 de mayo de 2009

Los soñadores

A veces soñar me parece demasiado. Excesivo, peligroso, perjudicial y malo para la salud.
Soñar nos tergiversa. Los que vivimos enamorados de los sueños, estamos más expuestos a caer enfermizos en las épocas en las que creemos caro y difícil, todo cuanto nos proponemos.

Los soñadores somos frágiles, pero tenemos la capacidad de reconstruirnos el corazón con vendajes y tiritas. Nos encanta cerrar los ojos de manera invisible, es decir, cerrar los ojos sin haberlos cerrado todavía y que la gente no lo sepa. Normalmente nos ausentamos y nos perdemos en un posible mundo que, al igual que las galaxias, está a kilómetros de aquí. Viajar nos motiva, nos causa furor, nos recobra de vida. Conocer gente nos ilusiona. Nos encanta. A pesar de que en diversas ocasiones, conocerla implica salir desencantado de la realidad que dichas personas, se han encargado de pintar de aquella manera. Admiramos el arte. En todos los sentidos. La vocación, la música, el talento, la pintura, la voz, la destreza, la maestría o todo acto mediante el cual el hombre imita o expresa lo material, o lo invisible, valiéndose de sí mismo. Cuidamos el detalle, el trazo, el perfeccionismo. Una regla, una escuadra, un compás, una paralela, una bisectriz, una línea de tierra, un ángulo de 90º, un transportador, un elipse, un plano a escala, una circunferencia dividida en n partes, un beso, un abrazo con fuerza y aceleración centrípeta, una resta triste, una suma bonita, un recuerdo en palabras, un sentimiento franco y empírico, el aire común que se lleva y nos trae todos los suspiros, el cielo coloreado de azul junto a las nubes blancas y los pájaros en el árbol, cantando su melodía inconfundible, un día de verano. El sonido del despertador, los ojos de cada mañana, los bolígrafos de punta fina y el olor a alegría que desprenden los enamorados. Sabemos llorar y casi nunca nos avergonzamos de ello porque las lágrimas, si saben ácidas, provienen de la sístole y diástole del corazón.

Los soñadores son aventurados, comprometidos, arriesgados. Exhibidos a cualquier mal y pesadilla. Pero la ventaja de serlo y de creer en las corazonadas, es que aprendes muy rápido a caer y a levantarte después. Ejercitas tus rodillas y acabas caminando con cautela, pero absorbiendo los jugos dulces que a tu paso te presenta la vida en bandeja. Dicen que soñar es construir castillos en el aire sin ningún pilar básico plantado en el suelo, pero yo creo que soñar desmesuradamente, sin motivos, y sin porqués, es apreciar la vida y comenzar, por fin, a vivirla y a hacerla realidad.